
Las sustancias están compuestas por un solvente y
al menos un soluto, el solvente normalmente es el componente que se presenta en
mayor cantidad y el soluto es el componente que se disuelve.
La preparación de una solución se hace mediante la
mezcla del solvente en mayor cantidad (que casi siempre es agua) y el soluto en
una concentración determinada. La concentración es la relación que existe entre
la cantidad de soluto y la cantidad de solvente, por ejemplo, el agua de mar es
una solución que contiene agua como solvente y sales minerales como solutos y
su concentración es de 3.5 g/L.

Las soluciones molares son aquellas que en 1 litro
de agua hay disuelto el peso molecular de la sustancia expresada en gramos,
ejemplo una solución molar de cloruro de sodio (peso molecular 58.5 g) tiene
58.5 gramos disueltos en un litro de agua.
Las soluciones normales son aquellas que en 1 litro
de agua hay disuelto el peso molecular de la sustancia expresada en gramos
dividida por el número de electrones que intercambia en la reacción que ser va
a utilizar.
Las soluciones mólales son aquellas que tienen una concentración
de 1 mol de soluto por kilogramo de agua
La
osmolaridad es la concentración molecular de todas las partículas osmóticamente activas contenidas en
una solución. La osmolaridad se expresa en osmoles (o en miliosmoles)
por litro de solvente.


El volumen
total del agua corresponde al 60% del peso corporal. Este volumen se divide en
dos grandes compartimentos, el intracelular y el extracelular. El
compartimiento extracelular se subdivide a su vez en plasma y líquido
intersticial, con una relación aproximada de volumen de 1:3. La regulación del
volumen intracelular, se consigue en parte mediante la regulación de la
osmolalidad del plasma, a través de cambios en el balance de agua. En
comparación, el mantenimiento del volumen plasmático, lo cual es fundamental
para mantener una adecuada perfusión de los tejidos, está directamente
relacionado con la regulación del sodio.
El volumen de agua
total varía de forma fisiológica según la edad (a menor edad, mayor es la
proporción de agua total en el organismo), sexo (el porcentaje de agua respecto
al peso suele ser algo menor en el sexo femenino, debido a la mayor proporción
de tejido adiposo), constitución (a mayor proporción de tejido adiposo, menor
proporción de agua).
Las fuerzas
osmóticas son el determinante fundamental de la distribución de agua en el cuerpo,
el agua puede cruzar libremente casi todas las membranas celulares, y como
resultado los fluidos corporales se mantienen en un equilibrio osmótico, dado
que la osmolalidad del líquido intra y extracelular es la misma.
Son numerosas las
situaciones patológicas en la práctica diaria en las que ocurren desequilibrios
hídricos, electrolíticos y ácido-básicos. Sus manifestaciones clínicas señalan
la oportunidad para precisar su naturaleza e intensidad a través de estudios
auxiliares que conducen a la toma de medidas valiosas para manejar con éxito
estos problemas.
Casi la mitad del peso de un ser humano está
constituido por agua que es el solvente corporal ideal.
El principio fundamental sobre el equilibrio
hidroelectrolítico es el siguiente: sólo puede mantenerse si la ingesta es
igual a la pérdida. Como es lógico, si se elimina una mayor o menor cantidad de
agua de la que entra, se producirá un desequilibrio. Si se produce esta
situación, el volumen líquido total se incrementará o disminuirá, pero no
permanecerá constante.
Los mecanismos cruciales para el mantenimiento
del equilibrio hídrico, están formados por los dispositivos que pueden
modificar la eliminación de líquido para que esta se ajuste a la ingesta,
aunque también actúan los mecanismos que ajustan la ingesta a la eliminación.
En casos de deshidratación intensa, la velocidad de filtración glomerular disminuye a causa de la caída en la presión arterial, con lo que se reducen las pérdidas de líquidos en la orina. Al contrario, con el consumo de demasiada agua aumenta la presión arterial, se eleva la velocidad de filtración glomerular y las pérdidas hídricas en la orina son mayores. Con la hiperventilación aumentan las pérdidas de líquido mediante la exhalación de más vapor de agua. También el vómito y la diarrea ocasionan pérdidas de agua del conducto gastrointestinal. Por último, con la fiebre, el sudor intenso y la destrucción de extensas áreas de piel por quemaduras se producen eliminación excesiva de agua a través de la piel.
Muy bien de gran utilidad su Blog.
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